Jua 4:7 Vino una mujer de
Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
Jua 4:8 Pues sus discípulos
habían ido a la ciudad a comprar de comer.
Jua 4:9 La mujer samaritana le
dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?
Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí
Jua 4:10 Respondió Jesús y le
dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que
te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Jua 4:11 La mujer le dijo:
Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes
el agua viva?
Jua 4:12 ¿Acaso eres tú mayor
que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos
y sus ganados?
Jua 4:13 Respondió Jesús y le
dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a
tener sed;
Jua 4:14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Esta sección introduce
el segundo discurso de Jesús realizado en un territorio hostil al judaísmo, con
una sola persona y en una situación inesperada, con resultados dramáticos. El
encuentro de Jesús con la mujer samaritana constituye el modelo por excelencia
de cómo realizar la obra personal o la evangelización, y es la ocasión de la
enseñanza más explícita en el NT, de parte de Jesús, sobre la adoración que
agrada a Dios.
Nótese el agudo
contraste entre Nicodemo, con el cual Jesús tuvo el primer discurso, un líder
respetado de los fariseos, la secta más estricta en su práctica del judaísmo
ortodoxo; y la mujer samaritana, el polo opuesto en todo sentido, excepto que
ambos tenían inquietudes espirituales.
Le era necesario pasar
por Samaria
emplea otra vez el verbo impersonal dei G1163 (ver 3:7, 14, 30) que habla
de una necesidad moral o espiritual. Juan no nos explica directamente el porqué
de la necesidad. Algunos sugieren que se refiere sólo al hecho de que era la
ruta más directa, aunque fue evitada por muchos de los judíos por prejuicios y
quizá por temor a la violencia.
Estos cruzarían el río
Jordán e irían por el lado este hasta Galilea, evitando así totalmente a
Samaria. Otros opinan que la necesidad se refiere a un fuerte sentido de
dirección divina y que Jesús quería que la luz de Dios brillara también entre
los samaritanos.
Samaria era el nombre para la provincia y
también su ciudad capital. Este territorio separaba Judea de Galilea. Era la
zona que las diez tribus, bajo Jeroboam, habían ocupado cuando se dividió el
reino al morir Salomón. Jeroboam, deseando evitar que sus súbditos volvieran a
Jerusalén para adorar en el templo, mandó construir centros de adoración en
Samaria.
El amargo antagonismo
entre los judíos y los samaritanos se intensificó cuando Asiria tomó posesión
de Samaria, deportando grandes números de los habitantes y reemplazándolos con
paganos de todo su imperio (2 R_17:24
ss.), los cuales trajeron sus ídolos y dioses. Surgió entonces una raza mestiza
y una religión sincretista. Esta nueva religión aceptaba el Pentateuco, pero
rechazaba los libros proféticos. Cuando los judíos regresaron del cautiverio
babilónico, los samaritanos ofrecieron ayudarles a reedificar el templo en
Jerusalén, pero su oferta fue rechazada. Construyeron su propio centro de
adoración en el monte Gerizim (400 a. de J.C.) y se negaban a adorar en
Jerusalén. Cuando los judíos quemaron el templo en Gerizim en 128 a. de J.C.
ese viejo antagonismo se ahondó y siguió en forma más o menos intensa hasta el
primer siglo y aún después.
Juan construye muchos
de los verbos en el tiempo presente, comenzando con el verbo llegó, que
realmente debe ser “llega”, y siguiendo en este encuentro, lo cual sirve para
traer un evento del pasado lejano al momento presente. Algunas versiones
respetan el tiempo presente en sus traducciones. Hay dos teorías populares en
cuanto a Sicar. Muchos opinan que se refiere a Askar, una ciudad ubicada cerca
de Siquem, un nombre que significa “porción” (Gén. 33—34). Hay una referencia a
la compra por Jacob de un terreno en esta zona (Gen_33:19),
que él dio una tierra a José (Gen_48:22;
Gen_49:22).
José fue sepultado allí
(Jos_24:32). Otros sugieren que Sicar
sería la misma ciudad de Siquem, siendo una corrupción irónica de ésta, pues
Sicar quiere decir “una ciudad borracha” o “una ciudad mentirosa”. Según Borchert
y otros, la que se llamaba Siquem en el AT, ahora lleva el nombre de Tell
Belatah, no Nablus como antes se pensaba.
Los samaritanos Los samaritanos son
los habitantes de Samaria, región céntrica de Israel alrededor del monte
Gerizim, al norte de Judá y al sur de Galilea. Samaria era la capital de
Israel, el Reino del norte, y fue edificada por el rey Omri. Fue destruida por
los asirios en 722-721 a. de J.C. Los asirios entonces deportaron a 27.290
habitantes a otras partes y trajeron a personas cautivas de otras naciones para
repoblar la nación (2 Rey. 17). Esto trajo como resultado una raza mezclada.
Sin embargo, los samaritanos insisten en decir que son descendientes de
israelitas que no fueron deportados y que son los verdaderos descendientes de las
tribus de José (Efraín y Manasés).
En los tiempos de Jesús
había una antipatía entre los judíos y los samaritanos, y en verdad evitaron
todo tipo de contacto el uno con el otro (Jos_4:7-10).
Hay que notar que esto no limitó la misión de Jesús para compartir el evangelio
con la mujer samaritana y por medio de ella con todo su pueblo. Su misión era
traer vida a todos los que creyeran en él.
Llamar a alguien
“samaritano” era una muestra de desprecio (Jos_8:48).
Los samaritanos eran considerados como “extranjeros” por los judíos (Luc_17:18). Así, podemos notar la ironía usada
por Jesús en su parábola del “buen samaritano”, quien fue puesto como ejemplo
de uno que era un verdadero prójimo para con otro; mientras los judíos
religiosos pasaron de largo, sin importarles la situación del hombre herido que
necesitaba ayuda.
Los samaritanos
edificaron su propio templo en el monte Gerizim entre el año 335 y el 330 a. de
J.C., que luego fue destruido por los judíos en el año 129-128 a. de J.C. Los
samaritanos habían desarrollado su propia versión de la Torá para reflejar su
versión de su historia, y para comprobar la apostasía de los judíos. Hoy día
siguen como un grupo pequeño dentro de Israel e insisten en que se los
reconozca como “observadores de la Torá”.
Al dar su última
comisión a sus discípulos antes de ascender al Padre, Jesús los manda a ser sus
testigos en Samaria, como en el resto del mundo; y pronto en el libro de los
Hechos vemos a Pedro, Juan y Felipe testificando allá (Act_8:14, Act_8:25,
Act_8:40).
Estaba allí el pozo de
Jacob,
ubicado entre dos montañas, Ebal y Gerizim, a unos 60 km al norte de Jerusalén.
El término traducido pozo (pege G4077, vv. 6 y 14) es más bien
una “fuente” o “manantial”. Sin embargo, el término traducido “pozo” (frear
G5421)
en el v. 11 habla de un hoyo profundo, lo cual indica que los dos
términos se usan en forma intercambiable en este pasaje. La distancia que había
caminado desde Jerusalén explicaría su cansancio.
Seguramente, ese viaje
les habría llevado quizás dos días y medio, considerando que era como la
hora sexta, o sea, al mediodía. Juan enfatiza la divinidad de Jesús, pero
no pierde la oportunidad para enfatizar también su humanidad: se cansaba, tenía
hambre y sed, necesitaba dormir de noche, etc. La RVA omite la traducción del
adverbio griego joutos G3779 que significa “así”.
Crisóstomo, del cuarto siglo d. de J.C., aprovechando la expresión estaba
sentado “así”, dice que Jesús estaba sentado “no sobre un trono, ni
sobre una almohada, sino sencillamente, y como él era, sobre la tierra”.
Caminos a Jerusalén
La mujer era de la
provincia de Samaria, pero no de la ciudad de ese nombre. Normalmente,
las mujeres salían de los pueblos para cargar agua temprano en la mañana o al
atardecer, evitando así el calor del mediodía. Por lo tanto, el venir al
mediodía era una práctica muy poco común. Quizás la explicación es que esta
mujer haya querido más evitar los insultos de los conciudadanos por su malvivir
que evitar el calor del mediodía.
Pocos son los que
sugieren que Juan seguía aquí la hora romana, la cual se marcaba a la
medianoche y al mediodía, quizá estableciendo este evento a la salida o a la
puesta del sol. Y Jesús le dijo: “Dame de beber“. Detrás de esta
solicitud hay dos consideraciones: Jesús realmente tenía sed y aparentemente no
tenía un utensilio para sacar el agua. A la vez, y como Godet comenta, “él no
ignoraba el hecho de que la manera para ganar a una persona es, a menudo, el
pedirle un servicio”.
Juan inserta la frase
del v. 8 para explicar porqué Jesús estaba sentado solo al lado del
pozo. Lo que parece una coincidencia era en realidad el diseño divino. Es muy
probable que si los discípulos, todavía con profundos prejuicios, hubieran
estado con Jesús, este intercambio no habría sido posible.
La mujer expresa (v.
9) su total sorpresa ante la solicitud de Jesús. Ella reconoció las
barreras que Jesús estaba ignorando y derrumbando con su pedido. En primer
lugar, estaba prohibido que un rabí hablara en público con una mujer a solas,
sobre todo siendo ella desconocida. Más extraño aún es que un judío hablara así
con samaritanos desconocidos, fueran hombres o mujeres. También, la
consideración de la contaminación ceremonial estaba de por medio si Jesús
bebiera de un utensilio usado por un samaritano. El comentarista Vincent agrega
que ella probablemente era pobre, pues una mujer de posición no saldría así a
sacar agua. Porque los judíos no se tratan con los samaritanos, pero
había excepciones, pues para comprar comida los discípulos tuvieron que tener
un trato con ellos.
La referencia sería a
tratos sociales o aun comerciales, excepto en caso de extrema necesidad. La
iniciativa del antagonismo entre los dos pueblos partía de los judíos que se
consideraban superiores a los samaritanos en todo sentido y, sin embargo, aquí
hay un judío quien toma la iniciativa para el trato con la mujer samaritana.
En el griego hay cuatro
clases de frases condicionales y aquí tenemos un ejemplo de la segunda clase
que expresa una condición contraria a la realidad. El don (dorea G1431) de
Dios se refiere a la salvación, o “agua viva”, que Jesús estaba
ofreciéndole, pero que ella no tendría manera de entender hasta que él se la
clarificara. La palabra don habla de un regalo abundante y gratuito, lo
que es la salvación, no de un premio basado en logros humanos o méritos
propios.
Y quién es el que te dice presenta el
segundo elemento de la ignorancia de la mujer. Ella no entendía lo que Jesús
quería darle, ni tampoco la identidad real de él, pero lo iría comprendiendo
paso a paso. El pronombre personal tú es enfático e introduce la
apódosis de la frase condicional. Hubieras pedido traduce un verbo que
normalmente se usa de una persona inferior que pide algo a otra superior. Don
de Dios es sinónimo de agua viva, dos figuras que expresan distintos
aspectos de la gracia de Dios en Cristo.
La segunda de las dos
figuras presenta la idea de un manantial o fuente (ver v. 14) que se desborda
de agua fresca y refrescante en un flujo interminable. En el AT el agua viva
es un símbolo de Jehová (ver Job_36:9; Isa_55:1; Jer_2:13;
Jer_17:13; Eze_47:1-12).
Más adelante, Jesús identifica el agua viva con el Espíritu Santo (Eze_7:38 s.).
La sorpresa y falta de
comprensión de la mujer sigue manifestándose (v. 11). Como en el caso de
Nicodemo, esta mujer interpretaba literalmente las palabras de Jesús. El título
Señor, usado aquí, tendría sólo el significado de respeto, muy parecido
al uso en nuestros días. Durante el ministerio de Jesús, y especialmente
después de la resurrección, el mismo título iba cobrando un significado cada
vez más profundo hasta la exclamación de Tomás: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Eze_20:28).
Durante su ministerio
público, los discípulos normalmente se referían a Jesús con el título “Rabí” y
con menos frecuencia “Señor”. Sin embargo, después de la resurrección usaban
casi exclusivamente “Señor”, con el significado de plena deidad. Pozo es
hondo indica que no era un manantial a flor de tierra, como la palabra
“fuente” indicaría, y en este versículo el término gr. significa pozo y
no fuente, aunque es posible que el pozo fuera alimentado por una fuente
subterránea. Morris sugiere que el pozo tendría unos 30 m de profundidad,
haciendo imprescindible una larga cuerda y un balde para sacar el agua, y Jesús
no tenía ninguno de los dos.
El pronombre personal tú
(v. 12) es enfático y podría indicar sorpresa o, por otro lado, desdén.
La construcción emplea una partícula de interrogación que anticipa una
contestación negativa, por ejemplo: “¿Tú no eres mayor que nuestro padre Jacob,
verdad?”. Nuestro padre Jacob era el orgullo de los samaritanos, quienes
sostenían ser descendientes de José por medio de las tribus de Efraín y
Manasés.
Como señalamos arriba,
los samaritanos, en su sincretismo, aceptaban sólo el Pentateuco del AT, no los
libros proféticos. La pregunta de la samaritana, a esta altura, expresa duda en
cuanto al poder de Jesús para proveer lo que promete.
Jesús interrumpió la
línea de pensamiento de la mujer, señalando las limitaciones del agua del pozo
de Jacob, por más eficaz que fuera. Afirma una verdad obvia; el agua de ese
pozo calmaría la sed por un tiempo breve, no más.
Hay un contraste entre
“todo el que bebe”, del versículo anterior, y cualquiera que beba, de v.
14. Aquella expresión emplea un participio griego en el tiempo presente que
habla de una práctica habitual, algo que se repite; en cambio, ésta emplea un
aoristo subjuntivo que habla de una sola experiencia definida del pasado, tal
como cuando uno recibe a Cristo como Salvador. El pronombre personal yo es
enfático, contrastando el origen del agua del pozo con el que Jesús ofrece. Nunca
más tendrá sed es lit. “no, no tendrá sed para siempre”.
Nótese la doble
negación, la forma gr. más fuerte para enfatizar el concepto. En un sentido el
“agua” que Cristo provee no elimina la sed espiritual; por lo contrario,
despierta sed por la justicia de Dios (ver Mat_5:6),
pero “el agua viva” es de una naturaleza tal que apaga la sed tan pronto que
uno la siente y busca la provisión de Dios. Jesús aclara más adelante que el
“agua viva” es realmente el Espíritu Santo (Mat_7:38
s.; ver Isa_58:11) y, tal como una
fuente viva, fluye incesantemente en el creyente.
Este concepto se aclara
en la frase que sigue. La conjunción adversativa sino contrasta el agua
del pozo con “el agua viva” que es como una fuente manantial que salta, o se
desborda, dentro del creyente. Será traduce el verbo que significa
“llegará a ser”, el cual, según Vincent, expresa la riqueza creciente y la
energía fresca del principio divino de la vida. Como vimos anteriormente, la
metáfora de la fuente pinta un cuadro de un manantial a flor de tierra
que produce agua fresca, pura, dinámica, vivificante e inagotable.
(3) La samaritana y sus
esposos,Isa_4:15-19. Si la mujer hubiera sido
judía, probablemente habría entendido la referencia al agua viva, pues la
metáfora se repite en los libros proféticos con referencia a Dios (ver Isa_12:3; Isa_44:3;
Jer_2:13; Eze_47:1-12;
Zac_13:1; Zac_14:8).
Los samaritanos rechazaban estos libros, reteniendo sólo el Pentateuco. Así la
samaritana no entendía la enseñanza de Jesús, pero tampoco tenía una mente
cerrada. Era sincera y expresaba la disposición de aprender; Jesús aprovechó
esa apertura.
Nótese que la mujer
ahora usa las mismas palabras con que Jesús inició la conversación. Aún no
entendiendo cómo Jesús podría darle agua misteriosa que apagaría para siempre
su sed, ella se la pide. Se imaginaba cómo sería el no tener que venir todos
los días para cargar agua, pero no se imaginaba que Cristo le ofrecía algo
infinitamente más eficaz.
Abruptamente Jesús
cambia el tema del “agua viva” que, según ella, era impersonal, para abordar un
asunto que era íntimo y personal (v. 16). Ella quería el “agua viva”
pero, como condición previa, Jesús tuvo que convencerla de pecado y guiarla al
arrepentimiento. él sabía lo que estaba en el corazón del hombre (Zac_2:25), y también en el de esta mujer, pero
era necesario que ella se diera cuenta y confesara su condición espiritual. La
idea de algunos, menos convincente por cierto, es que el propósito de Jesús fue
el de dar la oportunidad también al esposo de escuchar las buenas nuevas.
La respuesta (v. 17)
fue un intento de la mujer de desviar la dirección de la conversación. Lo que
dijo era técnicamente correcto, pero no fue toda la verdad y ésto es lo que
Jesús quería. Ella naturalmente deseaba evitar la exposición de una realidad
triste y dolorosa de su vida personal. Pero, tal como un cirujano con bisturí
en mano, Jesús hábil y cuidadosamente sigue la “operación” para llegar al grano
del mal en la vida de esta sedienta mujer.
Jesús reconoce que la
respuesta de la mujer era correcta, pero había algo más, ¡mucho más! Su
respuesta fue fulminante para la mujer; barrió con todas sus defensas. Expuso
los secretos más tristes de esta pobre mujer, por cierto doloroso para ella,
pero necesario para la sanidad espiritual desde adentro. Los cinco matrimonios,
con sus divorcios, representan un fracaso doloroso y humillante, pero peor
todavía, ahora estaba viviendo en adulterio. Así, su vida conyugal y moral era
un desastre.
Poco a poco esta mujer iba
reconociendo la identidad de Jesús (v. 19); primero, lo consideraba como
un judío extraño y poco ortodoxo (v. 9), “fuera de serie”, luego se
interesó en su oferta de esa agua misteriosa (v. 11), luego un
malentendido en cuanto a su oferta (v. 15), entonces lo reconoce como un
hombre de Dios, un profeta (v. 19; ver 1Sa_9:9)
y finalmente como el Mesías (v. 29). El conocimiento sobrenatural que
Jesús manifestó lleva a la samaritana a esta conclusión.
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